¿Tomar una ensalada o un súper Big Mac con extra de queso? ¿Ir al gimnasio o quedarse en la cama un ratito más? ¿Aprender algo o ver un maratón de series en Netflix? ¿Arriesgar por un sueño o buscar un trabajo seguro? ¿Profundizar en el ser o evitar mirar hacia el interior? Desde las decisiones más sencillas o las más transcendentales, todas cuentan y la mayor parte del tiempo ni siquiera somos conscientes de ello.
Nuestra vida es la suma de nuestras decisiones
Cuando hablamos sobre decisiones solemos pensar en las más importantes, en aquellas que de una forma u otra representan un punto de inflexión en nuestra vida, pero a menudo subestimamos la importancia de las pequeñas decisiones, las del día a día que, aisladamente son inofensivas, pero que sumadas son significativas y determinantes en nuestra vida.
Son nuestras decisiones, transformadas en acciones o inacciones, lo que finalmente da forma a la persona que somos y a la vida que tenemos. Por eso hay que elegir bien y de forma consciente. Si a menudo me encuentro en la tesitura de optar entre comer sano y comer guarrerías, y decido comer guarrerías, entonces es muy probable que en poco tiempo sumaré unos cuantos kilos de más. Es una decisión sencilla pero que a la larga puede marcar la diferencia.
Si vivimos insatisfechos, desmotivados, quejosos y desganados de la vida y no hacemos absolutamente nada para cambiar la situación, conscientes o no, estamos tomando una decisión. Obviamente una mala decisión, pero eso es el libre albedrío. Para bien o para mal, somos los únicos responsables de las pequeñas y grandes decisiones que tomamos, y en consecuencia somos los únicos responsables de nuestros resultados.
Hay que elegir de forma consciente
Hay decisiones que nos llevan a avanzar y hay decisiones que nos mantienen anclados o incluso que nos hacen retroceder. Al final todo se reduce a tomar buenas decisiones o malas decisiones. Las buenas suman y las malas decisiones en términos de calidad de vida y bienestar.
La mayor parte del tiempo tomamos decisiones dejándonos llevar por los impulsos cortoplacistas sin realmente pararnos a pensar en el impacto que pueden tener en nuestra vida a largo plazo. Decidimos teniendo en cuenta los «placeres y beneficios» del momento sin darnos cuenta de que muchas de estas decisiones pueden no ser congruentes con la persona que queremos ser o con la vida que deseamos tener.
Desde el punto exacto en el que nos encontramos, sean cuales sean nuestras circunstancia, podemos hacer muchísimas cosas para mejorar nuestra calidad de vida y bienestar. Lo único que tenemos que hacer empezar a tomar buenas decisiones. Y ahora, la pregunta del millón, ¿Cómo tomar buenas decisiones?
Nada nos puede asegurar al 100% un resultado favorable, pero desde luego podemos reducir mucho el margen de error si antes de decidir analizamos las ventajas y desventajas de cada opción de una manera realista. Hay que sopesar los pros y los contras y tener en cuenta las consecuencias que pueden tener a medio y largo plazo.
Hay que decidir de forma consciente y consecuente, siendo honestos y congruentes con aquello que realmente queremos alcanzar en nuestra vida. Desde las pequeñas decisiones a las más importantes, todas ellas deben de estar al 100% alineadas con nuestros objetivos, de lo contrario los resultados no serán los esperados, por que al final todo se reduce a buenas decisiones y malas decisiones.
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