Antes de nada me gustaría aclarar que no soy gamer, de hecho tuve una infancia analógica. Ni siquiera recuerdo haber tenido juguetes que funcionasen con pilas, no obstante, mi casi nula experiencia con los videojuegos no significa que nunca haya jugado.
En el verano de 1992 vinieron mis primos de la ciudad a pasar las vacaciones con nosotros, y que entre todas las cosas divertidas y novedosas que traían se incluya una consola y varios juegos, entre ellos el Super Mario e Indiana Jones y la última cruzada, mis favoritos.
Durante el día éramos como cabras locas por el monte, y por la tarde-noche, después de la ducha y la cena, nos dedicábamos luchar contra los malos y a superar toda clase de obstáculos para ir avanzando de nivel en los videojuegos. He de confesar que al principio jugaba bastante mal pero al cabo de un mes ya había pillado el truquillo.
Recuerdo que aquel verano me divertí muchísimo, y tal vez por eso empecé a visualizar las adversidades de la vida como los retos que hay que superar en los videojuegos. De cierto modo, esta forma de afrontar las situaciones me ayuda a reducir el drama y a ver con más perspectiva la situación. Con ello no busco obviar el problema sino liberar tensión y abstraerme del resultado para hallar la causa y la solución.
En los videojuegos el protagonista siempre tiene que superar una serie de obstáculos para encontrar el Santo Grial, salvar el prisionero y/o destruir el malo. En la vida real los protagonistas somos nosotros y cada uno juega en su propia historia, pero independientemente de la trama, absolutamente todos tenemos que superar los impedimentos que van apareciendo a lo largo del camino.
Algunas veces no son más que contratiempos pero otras pueden suponer un verdadero desafío, y son lo equivalente a aquellos niveles súper difíciles de pasar. En estos momentos intento recordar que algunas fases requieren ingenio y varias horas de dedicación para conseguir ser superadas, lo que implicar fallar y volver a empezar muchas veces, y eso también se aplica a la vida.
En el juego afrontamos todos los escenarios con valentía, exploramos todas las partes del mapa para encontrar los «tesoros» y probamos distintas opciones hasta dar con el modo de pasar de fase, y pienso que debemos hacer lo mismo en el videojuego de la vida.
Siempre intento afrontar las adversidades con un poco de imaginación. Lo hago desde que era niña y eso me sigue ayudando a sobreponerme a los retos del día a día. De alguna manera, imaginarme como un personaje empoderado me ayuda a sentirme más empoderada para encontrar el modo de salir exitosa de los distintos «escenarios en los que me toca jugar».
Otra característica común de los videojuegos es que los personajes van adquiriendo nuevas habilidades y/o se hacen más fuertes a medida que van superando las pruebas o realizando las misiones del juego, y en la vida real pasa algo similar. A medida que vamos avanzando también nos vamos haciendo más fuerte y habilidosos.
Estaremos de acuerdo que los problemas son un rollo pero, de cierto modo gracias a ellos crecemos y mejoramos como personas. Son los problemas que parecen insolubles los que nos llevar a sacar nuestro máxima capacidad de superación, y eso nos lleva a avanzar. Como dice el refranero popular, «lo que no mata nos hace más fuertes».
Y no podemos olvidar que lo que engancha de los videojuegos es que nos proporcionan una mezcla de desafío y diversión, y la vida también puede ser tremendamente desafiante y muy divertida si afrontamos los problemas con el ánimo de un «super personaje».
La otra opción asumir el rol de víctima, y en tal caso la vida se convierte en un escenario de rechazo y dramatismo, lo que nos puede llevar a quedar atrapados en el mismo nivel durante mucho tiempo o peor, nos puede llevar a abandonar el juego.
Obviamente en el videojuego de la vida no disponemos de varias vidas para comenzar de nuevo si las cosas no salen bien, al menos no en sentido literal. En la vida real el game over es definitivo pero eso no significa que no tengamos muchas oportunidades de volver a empezar cuantas veces sean necesarias, siempre y cuando sigamos respirando.
De hecho reinventarse se ha convertido en una nueva habilidad en esta sociedad cada vez más acelerada y cambiante. Esta capacidad tan valiosa nos permite explorar todo el mapa del juego y probar todas las opciones disponibles y así lograr encontrar el mejor camino para alcanzar el objetivo final: convertir nuestra vida en una aventura épica.
Y tú, ¿Cómo llevas el videojuego de tu vida?
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