Las grandes decisiones de mi vida siempre han sido guiadas por la intuición, y eso que me considero una persona bastante racional y analítica 😉.
Siguiendo mi intuición dejé un trabajo que, si bien es cierto no me gustaba, pagaba las facturas, para emprender como autónoma, y de eso ya hace tres años.
Tres años de trabajo duro en «la mina» como le digo yo, picando tecla en busca de pepitas de oro. No tengo jefe ni horarios, pero tengo un compromiso férreo con mi propósito, así que trabajo de lunes a viernes, entre 8 y 12 horas al día, y los fines de semana hago horas extras.
Indudablemente trabajo mucho más que antes pero gano menos, ¿vaya negocio no? 😅 La realidad es que invierto muchísimo tiempo, esfuerzo y energía en sacar adelante mis proyectos, y los resultados, al menos por ahora, siguen muy alejados de lo esperado. No sé como será para otros emprendedores, pero para mí no está siendo nada fácil, y no me refiero solo a la parte económica.
Emprender también resulta ser un gran desafío a nivel emocional. Los ánimos suben y bajan. A veces tengo la impresión de que todo va de maravilla y otras que el barco se hunde. A veces siento que puedo hacer lo que me proponga y otras tengo ganas de salir corriendo hasta caer inconsciente.
Y cuando los miedos asechan, vienen como una jauría de lobos hambrientos y sedientos de sangre, totalmente decididos a doblegar los ánimos hasta el punto de querer tirar la toalla, pero nosotros los humanos, somos más fuertes de lo que nos creemos, y al final siempre logramos encontrar la motivación para seguir adelante.
Porque un verdadero emprendedor se cae 1000 veces y SE LEVANTA UNA MÁS, y yo, con mis miedos y mis limitaciones, me he convertido en una verdadera emprendedora, porque me he caído muchas veces a lo largo de estos tres años, pero sigo levantándome. Hago lo mejor que puedo con lo que tengo, y sigo adelante, y todo ello sin evidencia alguna de que en esta «mina» hay oro.
He tenido que aprender a vivir en la incertidumbre, en la incerteza, en la inseguridad, y te voy a confesar una cosa, esa sensación me empieza a gustar. Al principio me aterraba pero estoy descubriendo que en la incertidumbre es donde TODO PUEDE SUCEDER.
El camino de la incertidumbre es el camino que recorren las personas que deciden «dejar de seguir a Vicente». Es la senda de los aventureros, de los soñadores, de los emprendedores y de los locos de la vida que deciden PENSAR FUERA DE LA CAJA. Es la senda de los que eligen el camino difícil, sin saber que hay más allá, simplemente porque no están dispuestos a resignarse.
Es un salto de fe, un grito de esperanza, un voto confianza en uno mismo, un billete de ida hacia donde nos lleve el corazón. Es el viaje del héroe. ¿Me he venido arriba? Sí, me he venido arriba, pero es como lo siento yo en este momento de mi vida, y tal cual lo siento lo expreso.
Sí querido lector, emprender no es fácil y requiere un salto de fe, pero sabes qué, no hay nada seguro, ni en la incertidumbre ni en la resignación.
La resignación es el camino trillado por los que prefieren lo malo conocido a lo bueno por conocer. Es el camino de los que deciden que lo de «cumplir sueños» no es para ellos, y luego te sacan toda una batería de justificaciones para autoconvencerte (se) de que es mejor no arriesgar, y esta bien. Cada uno tiene su historia y todas son válidas.
A veces es más fácil resignarse. Lo sé porque durante años viví resignada. Estaba demasiado asustada como para atreverme a dar el paso, pero al final lo hice y ahora estoy viviendo mi propia odisea. Está siendo el viaje más épico de mi vida, pero a pesar de todas las dificultades, que os aseguro que son muchas, mi intuición me dice que este es el camino, así que sigo adelante, apostando por mi, apostando por mis sueños.
Por ahora, mis hora de trabajo valen muy poco en términos de dinero pero los frutos que recojo a nivel de satisfacción personal son los más sabrosos que he probado jamás, y me gusta. Empiezo el lunes motivada, disfruto trabajando los fines de semana y me ilusiona todo lo que hago, incluso las tareas aburridas son más llevaderas.
Y cuanto más me adentro en esta aventura de emprender, más fuerte y satisfecha me siento conmigo misma, y estoy deseando ver hasta donde puedo llegar. Y aún que Ítaca es mi destino, estoy aprendiendo a disfrutar cada etapa del camino.
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