La principal diferencia entre las personas que logran alcanzar sus metas y las que no es la «acción». Mientras unos emplean su energía en buscar soluciones, aprender, mejorar y avanzar tanto como persona como profesional, otros se dejan arrastrar por la pasividad y ociosidad… Unos son proactivos mientras que otros son reactivos. ¿Y tú, en que grupo estás?
Qué es la proactividad – definición
La proactividad es un concepto frecuentemente asociado al entorno laboral pero en realidad es una actitud esencial para tener éxito en cualquier ámbito de la vida. Hace referencia al comportamiento orientado a la conducta activa, anticipatoria y autoiniciada. Es una actitud valiosa que impacta positivamente en todos los aspectos de la vida ya que dirige el flujo de pensamientos y acciones hacia a búsqueda de soluciones, a partir de nuestros propios valores y criterios.
Es una actitud que nos induce a establecer metas y objetivos, a crear situaciones, a descubrir oportunidades y a afrontar los problemas de la vida de una manera más optimista. También nos impulsa a asumir nuestra propia responsabilidad respecto a nuestros resultados, a pesar las circunstancias, partiendo de la certeza de que siempre se puede hacer algo para mejorar la situación.
La proactividad en el ámbito personal
Una persona proactiva es aquella que toma acción. Que elije voluntariamente y de forma consciente la alternativa más adecuada en cada situación, utilizando las «herramientas que tiene su disposición». No espera a que surjan las oportunidades sino que las crea. Fija objetivos, determina los paso más convenientes para alcanzarlos y va a por ellos.
Es una cualidad indispensable para alcanzar el éxito en cualquier área de la vida. Implica dinamismo, decisión, responsabilidad y por supuesto acción. Las persona proactivas centran sus esfuerzos en aquello que, de forma directa o indirectamente, pueden mejorar, a lugar de victimizarse y quejarse de la «mala suerte».
No esperan a que las cosas cambien por si solas ni que otros sean los que les saquen las castañas del fuego. Asumen la responsabilidad de su vida y hacen todo lo que está en sus manos para hacer que las cosas mejoren.
Proactividad en el trabajo
Hoy en día las empresas requieren algo más que especialización y experiencia. No buscan simplemente empleados aptos para desarrollar una tarea, sino que buscan perfiles que verdaderamente puedan sumar a la compañía.
En el ámbito empresarial, la definición de proactividad se relaciona con la cualidad de tomar la iniciativa y asumir la responsabilidad de hacer que las cosas ocurran. Ir un paso más allá y anticiparse a las situaciones comunes el entorno profesional.
Junto a la motivación, la proactividad es una de las cualidades más valoradas en un trabajador, pero, ¿qué significa realmente ser un trabajador, emprendedor o empresario proactivo?
En el ámbito profesional ser proactivo implica:
- Tener iniciativa: Un trabajador proactivo no se limita a esperar o cumplir órdenes, sino que va más allá de lo que se espera de él. Busca nuevas oportunidades a pesar de la incertidumbre.
- Ser eficiente y predecir: Se trata de buscar siempre la forma más eficiente de desempeñar una tarea o función empleando la menor cantidad de recursos y tiempo posible.
- Ser creativo y responsable: La proactividad también implica capacitarse profesionalmente, aportar nuevas ideas y ser responsable de no estancarse en su área de actuación.
- No procrastinar: Aplazar o posponer las tareas u obligaciones suele conllevar a un rendimiento mediocre, por eso la procrastinación se encuentra es las antípodas de la proactividad.
- Centrarse en las soluciones: A menudo surgen imprevistos y contratiempos inesperados que requieren ser afrontados. Un comportamiento proactivo esta orientado a analizar las distintas opciones para encontrar la solución más adecuada.
Proactividad y Reactividad,
La reactividad es la otra cara de la moneda y como tal viene a ser lo opuesto a las características definitorias de la actitud proactiva. Como se intuye, las personas reactivas tienen tendencia a la inamovilidad y resignación, de modo que a menudo sus acciones son impulsadas por las circunstancias y por el entorno.
En general las personas reactivas se dejan llevar por sus emociones e impulsos, reaccionando a los sucesos de forma desmedida y desproporcionada. No suelen tener predisposición al liderazgo, evitan tomar la iniciativa, temen profundamente los conflictos y prefieren no ser las responsables de tomar las decisiones.
Nuestros resultados son muy distintos en función de si somos proactivos o reactivos, ya sea en el ámbito personal o profesional. Podemos afrontar los distintos aspectos de la vida a partir de una actitud más positiva, buscando soluciones e impulsando los cambios necesarios para dirigir nuestra vida en la dirección que deseamos o mantenernos estáticos y sin control alguno sobre nuestras propias circunstancias, dejando que sean estas las que determinen el desenlace de las situaciones. Podemos ser proactivos o reactivos, ¡ES UNA ELECCIÓN!
¿Cómo ser proactivo y no morir en el intento?
Por naturaleza somos curiosos, imaginativos, inventivos y estamos orientados a la acción pero, a veces por un motivo u otro nos estancamos, tanto a nivel personal como profesional. Nos acomodamos… deseamos cambios pero no hacemos nada para que se produzcan… nos convertimos en personas reactivas.
Afortunadamente ser proactivo es una condición que no viene determinada por la genética, sino que puede ser desarrollada. Es como un músculo que se puede entrenar, pero ojo, no hay atajos ni fórmulas secretas, si queremos desarrollar esta habilidad debemos tomárnoslo en serio e impulsar los cambios necesarios para ser más proactivos. ¡Let’s Go!
1. Asumir la responsabilidad de nuestra vida
Todo gran cambio empieza por tomar consciencia de que si queremos cambiar algo en nuestra vida el cambio debe empezar en nosotros, porque si pensamos y hacemos lo mismo de siempre obviamente vamos a seguir cosechando los mismos frutos de siempre.
Somos especialista en encontrar excusas y justificaciones para no hacer aquello que decimos que queremos hacer pero que no hacemos nunca. Es cierto que las circunstancias pueden ser difíciles pero no son determinantes. En última instancia somos nosotros los únicos responsables aprender a sacar lo mejor de cada situación.
Para convertirnos en personas proactivas debemos asumir nuestra propia responsabilidad en el curso de nuestra vida. Nuestras decisiones, desde las más sencillas a las más difíciles, todas ellas sumadas dan como resultado nuestra vida. Nuestras decisiones deben estar alineadas a los objetivos que nos propongamos.
2. Centrar nuestros esfuerzos sobre aquello que podemos cambiar
Básicamente hay tres tipos de situaciones en la vida: las que dependen de nosotros, las que dependen de otras personas pero que de algún modo podemos influir sobre ellas y las situaciones que se escapan al control personal o ajeno.
Ser proactivo implica tomar la iniciativa para cambiar aquello sobre lo que podemos influir, sin desperdiciar energía quejándonos o lamentándonos de aquello que se escapar de nuestro control. Por ejemplo, estar en forma, capacitarse para optar a un mejor puesto o cambiar de trabajo, tener rutinas diarias más satisfactorias o mejorar nuestras habilidades son cosas que dependen exclusivamente de nosotros.
También podemos influir en otras personas pero no esperando a que sean ellas las que cambien, sino cambiando nuestra actitud respecto a ellas. Debemos ser el cambio que queremos ver, por ejemplo, si esperamos que nuestro jefe sea más amable, debemos buscar la forma de despertar esta amabilidad dando el primer paso, y el segundo y los que sean necesarios… y si no surte efecto, esta en nuestras manos buscar una salida alternativa.
No tiene sentido gastar energía esperando que cambien cosas sobres las cuales no tenemos ningún control. Por eso, si queremos desarrollar nuestro hábito proactivo debemos centrar nuestras acciones sobre aquello que podemos cambiar.
3. Adquirir un lenguaje proactivo
El lenguaje que utilizamos, ya sea en forma de pensamientos o palabras pronunciadas, puede ser reactivo o proactivo. A menudo no somos conscientes de la capacidad que tiene el lenguaje para transformar nuestra realidad, pero la gran verdad es que las palabras que utilizamos ejercen una gran influencia sobre nuestra percepción.
El lenguaje afecta nuestra percepción sobre nosotros mismos y sobre el entorno que nos rodea, y está directamente vinculado a nuestras emociones. Nuestras palabras envían mensajes a nuestro cerebro creando creencias que pueden ser limitantes o bien expandir nuestro propio potencial.
El lenguaje reactivo nos exonera de toda responsabilidad, por ejemplo, si decimos «soy así» lo que estamos diciendo es que no hay nada que hacer, que ya estamos prederminados a ser y actuar de una determina manera, pero nada más lejos de la realidad. Nos convertimos en lo que pensamos. Los pensamientos determinan donde ponemos nuestra atención, y en consecuencia determina nuestras acciones.
Expresiones como «No tengo tiempo» «Nada me sale bien» «No tengo aptitud»son solo algunos ejemplos del lenguaje reactivo y deterministas que solemos utilizar y que, además de ser limitante, lo que hace es transferir nuestra responsabilidad a las circunstancias, al entorno, a la sociedad…
Por el contrario, el lenguaje proactivo utiliza expresiones que inducen a la acción, como por ejemplo «Puedo cambiar», «Cómo puedo organizarme mejor» «Qué puedo hacer para mejorar esta situación»… se trata de un lenguaje más positivo y orientado a buscar soluciones.
Solemos decir que “la vida da muchas vueltas”, pero en la gran verdad es que la rueda solo gira si nosotros la hacemos girar. Si no estamos satisfechos con nuestro trabajo o nuestra vida es nuestra responsabilidad buscar alternativas, crear opciones y cambiar aquello que no nos satisface. Tenemos que tomar acción, ¡SER PROACTIVOS!
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