La vida esta llena de variables que no podemos controlar. No sabemos lo que va pasar al cruzar la calle, doblar la esquina, o coger el metro. La mayoría de los veces no pasa nada, pero a veces sí.
El azar juega sus cartas y a veces las cosas salen mal. Un coche se salta un semáforo en rojo, una maceta se cae desde un balcón o un tren se avería y llegamos tarde a una importante entrevista de trabajo, y eso lo cambia todo o un solo un poco, lo suficiente como para alterar radical o parcialmente nuestros planes.
La gran verdad es no tenemos control alguno sobre muchas de las cosas que ocurren en nuestra vida, pero si que podemos controlar como nos afectan y como respondemos a ellas. En el fondo la supervivencia no deja de ser un proceso de adaptación que nos permite sobreponernos a las adversidades que nos ha tocado vivir, desarrollando nuestro máximo potencial para superar los obstáculos, y con un poco de esfuerzo incluso convertirlos en oportunidades.
Todos hemos oído hablar o conocemos a personas que lo han perdido todo… que han tocado fondo y luego han resurgido más fuertes. Personas que no se han resignado ante su suerte y han logrado superar grandes impedimentos. Mientras algunos se convierten en gigantes otros se limitan a quejarse de su mala suerte. ¿Qué diferencia hay entre unos y otros? EL NIVEL RESILIENCIA.
¿Qué es la resiliencia?
La resiliencia se define como la capacidad de sobreponerse a las dificultades y situaciones traumáticas de la vida. Es un recurso que nos permite sacar lo mejor de nosotros mismos para encontrar la mejor forma de afrontar los obstáculos. La clave de la resiliencia está en la interpretación que hacemos de las cosas que nos suceden.
El desarrollo de esta capacidad implica un cambio en cómo interpretamos las cosas que nos ocurren. Implica tomar consciencia de que no elegimos las cartas que nos tocan jugar, pero si podemos elegir como jugarlas.
La vida reparte las cartas, pero nosotros decidimos como jugar.
5 formas de desarrollar la resiliencia
Las personas no resilientes interpretan los obstáculos como muros insalvables. Se sienten victimas en un mundo cruel en el cual ellas no tienen ni voz ni voto, pero hay que asumir que los obstáculos forman parte del camino.
La trayectoria de la vida se construye en base a una infinidad de variables que no controlamos. Desarrollar la resiliencia nos ayuda a sortear los obstáculos y aprender las lecciones de cada situación.
Pero ojo, ser resiliente no significa no vivir dramas, sentir dolor emocional o tambalearse ante las adversidades. Ante una situación grave es normal sentirse abrumado durante cierto período de tiempo, sin embargo gracias al desarrollo de la resiliencia seremos capaces de asumir la situación más rápidamente y desplegar todos los recursos internos necesarios para superar los obstáculos y aprender las lecciones que se puedan sacar de lo ocurrido.
Para desarrolla la resiliencia debemos:
1. Cultivar la aceptación
El primer paso para desarrollar nuestra capacidad de resiliencia es asumir que la vida esta en constante cambio, y que algunas veces pasan cosas buenas y otras pasan cosas malas.
Aceptar la realidad tal y como es es el primer paso para poder cambiarla. Patalear, enfurecerse con el mundo, maldecir la suerte y regodearse en el victimismo no aporta ninguna solución al problema.
La aceptación no es resignación. Aceptar la realidad implica asumir la situación tal y como es, desde una perspectiva realista que nos permita analizar la situación de la manera más neutral posible para encontrar los caminos más adecuados para superar la adversidades.
2. Desterrar el victimismo
El victimismo es un patrón de comportamiento totalmente inútil. El rol de víctima hace que nos mantengamos en una actitud pasiva ante los problemas. Y con una actitud pasiva no hay ni mejoras, ni soluciones.
Las personas victimistas viven inmersas en sus propios problemas, y por eso acaban teniendo una visión muy negativa de todo, lo que les provoca una gran sensación de indefensión, injusticia, amargura y rabia. Y todo lo que puede ir mal, efectivamente va mal, porque no están enfocadas en las soluciones, sino en los problemas. Es la profecía autocumplida.
Si vivimos quejándonos y sintiéndonos desgraciados, ¿cómo podremos cambiar las cosas? Sentirnos víctimas solo nos lleva a estar peor. Es la pescadilla que se muerde la cola.
3. Cambiar el foco
Otro paso clave para desarrollar la resiliencia es cambiar nuestra forma de interpretar las cosas que nos ocurren. Cambiar las gafas a través de las cuales miramos el mundo. Ser más optimistas.
Y ojo, ser optimista no significa ir por la vida viendo todo de color de rosa. Se trata de desarrollar un optimismo realista, es decir, ver las cosas tal y como son pero desde un enfoque positivo, teniendo confianza en nuestra propia capacidad para mejorar las cosas.
Nuestra forma de ver el mundo determina nuestra realidad, no el contrario, por eso algunas personas son felices con nada y otras son infelices «teniéndolo todo».
Poner el foco en las cosas buenas nos ayuda a vivir la vida desde el agradecimiento y no desde las quejas. Nos ayuda a ver oportunidades y a encontrar caminos para mejorar cualquier circunstancia en nuestra vida. Nos da esperanza.
4. Crecer con los obstáculos
Es iluso desear en una vida sin obstáculos. En tu vida, en la mía y en la de todo el mundo hay problemas. Más o menos graves, dependiendo del momento, pero siempre habrá situaciones que ponen a prueba nuestra capacidad de resiliencia, y depende de nosotros sacar el titán que llevamos dentro para capear el temporal.
Antes hemos hablado de cambiar el enfoque, y ese cambio también se aplica a cambiar el modo como percibimos las dificultades. Todo depende de la perspectiva. Podemos interpretar las adversidades como un problema que nos impide avanzar o bien como un desafío a superar. Una oportunidad para aprender.
Los obstáculos nos fuerzan a crecer. Nos obligan a sacar nuestro máximo potencial para solucionar la situación, y eso hace que evolucionemos, y por eso hay que aprender a ver la parte positiva de cada situación, por más complicada que sea. A los problemas, soluciones.
5. Perder el miedo a los cambios
Los seres humanos somos reacios al cambio. Nos asusta todo aquello que no conocemos. Tenemos miedo al qué dirán, a equivocarnos, a fracasar, a no ser lo suficientemente buenos… y para evitar los cambios podemos aferrarnos a diversos mecanismos de defensa.
Toda excusa es buena. El autoengaño, la justificación, la resignación son algunos de los mecanismos que solemos utilizar para evitar el cambio.
Pero la vida es cambio. Todo en la vida cambia constantemente. Por eso, uno de los aspectos más importantes para desarrollar la resiliencia, es justamente superar el miedo al cambio. ¿Y cómo hacerlo?
En primer lugar debemos tomar consciencia de que el cambio es inevitable. Debemos asumir que en un momento u otro nos tocará afrontar situaciones que nos van a poner a prueba, y para superarlas con éxito debemos adaptarnos a las circunstancias.
En segundo lugar debemos aprender a disfrutar con el cambio. Asumirlos como retos que debemos y podemos superar, porque dentro de nosotros existe un potencial inexplorado. Somos capaces de grandes cosas, solamente debemos aprender a tener fe en nosotros mismos.
Las personas resilientes no nacen, se hacen.
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