La escucha activa es una habilidad clave para asegurar una comunicación efectiva, pero la verdad es que la mayoría de nosotros no somos tan buenos escuchando como nos gustaría pensar.
En la mayoría de los casos no escuchamos porque estamos distraídos, haciendo o pensando en otras cosas. Tampoco escuchamos mientras pensamos en la respuesta que le vamos a dar a nuestro interlocutor, y menos aún cuando lo interrumpimos para dar nuestra opinión o para contar algo relacionado.
La incapacidad de escuchar activamente puede ser fuente de equivocaciones y conflictos, por este motivo es tan recomendable desarrollar nuestra escucha activa, para mejorar nuestra comunicación, tanto en el ámbito personal como profesional.
¿Qué es la escucha activa?
La escucha activa es una habilidad que va más allá de escuchar a la persona que nos habla. Esta capacidad involucra todos los sentidos, para entender tanto la comunicación verbal, como no verbal del orador.
Esta técnica de comunicación efectiva surgió a mediados de los años 50 de la mano de los prestigiosos psicólogos Carl Rogers, considerado uno de los precursores del enfoque humanista en la psicología, y Thomas Gordon, pionero en la resolución de conflictos a través de las habilidades de comunicación.
El desarrollo de esta destreza nos permitirá entender mejor a la gente, empatizar y conectar con más facilidad, generar más confianza y solucionar los conflictos de manera más inteligente.
Ahora bien, poner en práctica la escucha activa requiere un esfuerzo consciente por nuestra parte. Ni siempre es fácil mantener la atención, o resistirnos al impulso de interrumpir a la otra persona mientras habla, por ese motivo requiere entrenamiento, disciplina y constancia.
Para controlar esta habilidad tenemos que aprender a escuchar con paciencia y neutralidad, para evitar formarnos una opinión demasiado pronto en la conversación. También tenemos que ser capaces interpretar el lenguaje corporal, para ir más allá de lo que nos dicen a través de las palabras.
Ventajas de la escucha activa
Su implantación en nuestra manera habitual de comunicarnos aporta múltiples beneficios para nuestra relaciones interpersonales. Los más destacables son:
Fomenta la confianza
La escucha activa hace que la persona que nos habla se sienta comprendida y apoyada. Cuando escuchamos activamente a una persona, de manera neutral y sin interrupciones, promovemos un ambiente de confianza, respeto y comprensión, lo que estimula el orador a compartir lo que piensa y siente de manera más abierta y sincera.
Por esta razón contribuye a la construcción de relaciones más positivas y saludables en todas las áreas de nuestra vida. No está mal verdad. Al final, eso es lo que deseamos todos, ¿no?
Amplía la información percibida
La comunicación va más allá de las palabras. Las expresiones faciales, los gestos, el tono de voz, la orientación de la mirada, son solo algunos de los elementos que abarca la comunicación no verbal, y si no les prestamos atención perdemos una gran parte de la información que nos facilita el orador.
Cuando escuchamos activamente somos capaces de captar los matices y detalles que se suelen pasarnos desapercibidos, ampliando la información que disponemos, y eso nos ayuda a identificar y abordar los problemas de manera más efectiva y proactiva.
Evita malentendidos y conflictos
Otra de las ventajas de desarrollar esta habilidad es que nos permite evitar muchos de los conflictos y errores que se generan por la mala comunicación.
Al crear un ambiente favorable para que el orador se exprese con libertad, sin nervios ni presión, lo que hacemos es reducir las posibilidades de malentendidos respecto a la intencionalidad del discurso.
Fortalece los lazos emocionales
La escucha activa hace que los demás se sientan escuchados y comprendidos, les transmite un mensaje no verbal muy claro. Al escucharles activamente les decimos, «me importas tú y lo que me cuentas«, y eso hace que el otro se sienta bien. Crea un ambiente de acogimiento y genera conexión entre el orador y oyente.
Mientras que la crítica y el desdén deterioran la calidad de la comunicación, la escucha activa la fortalece. Los profesionales la recomiendan como herramienta para mejorar la comunicación entre padres e hijos, en la pareja, con los amigos o en el ambiente laboral.
Favorece la empatía
La atención que ponemos en el orador nos ayuda a desarrollar nuestra empatía, a ponernos en su piel para intentar ver el mundo a través de sus ojos, y comprender su punto de vista sin prejuicios.
La escucha activa aumenta nuestra empatía, y eso nos permite entender la vida desde otras perspectivas, con más respeto hacia los sentimientos y opiniones ajenas, promoviendo una mayor conexión emocional y conciliación.
10 técnicas para mejorar la escucha activa
Los beneficios de integrar esta técnica en nuestro día a día puede tener un gran impacto en nuestra vida, y está a nuestro alcance. Lo único que tenemos hacer es ponerlo en práctica. ¿Te animas?
Aquí tienes 10 formas sencillas de desarrollar tu escucha activa. Te animo a probarlo. Con pequeños cambios puedes lograr grandes mejoras en tu vida, pero eso no ocurrirá si no los pones en práctica ;-).
1. Mantener el contacto visual
El contacto visual es una parte importante de una conversación cara a cara, ya que indica a la otra persona que estás prestando atención a lo que nos dice, y eso denota interés y sinceridad.
Sin embargo, el contacto visual sin interrupciones puede resultar intimidante para algunas personas, por este motivo es importante leer el lenguaje corporal del otro y adaptar la intensidad y durabilidad de la mirada teniendo en cuenta la situación en la que nos encontramos.
De todos modos, es recomendable romper el contacto visual de vez en cuando, y para ello podemos desviar unos segundos la mirada, y mirar hacia un lado o hacia arriba, pero no hacia bajo, ya puede denotar impaciencia.
2. Poner atención en la señales no verbales
Para potenciar nuestra capacidad de escucha activa también tenemos que prestar atención a lo que el orador nos dice a través de su lenguaje corporal.
La tensión del cuerpo, las expresiones faciales, el tono de voz y los gestos aportan tanta información como palabras. De hecho muchos especialistas consideran este recurso más fiable que la palabra en sí, ya que a menudo se manifiesta de manera inconsciente y es más difícil de ser manipulado.
Por ejemplo, los brazos cruzados suelen denotar que la persona está a la defensiva o en desacuerdo, la mandíbula cerrada y el ceño fruncido pueden indicar inconformidad y un tono de voz bajo y apagado indican descontento, desmotivación y falta de entusiasmo.
3. No interrumpir al otro mientras hablas
Hablar con una persona que no sabe escuchar puede ser frustrante, ¿verdad? Pues no debemos hacer lo que no nos gusta que nos hagan. Cuando interrumpimos a alguien mientras habla, transmitimos la impresión de que no nos interesa lo que nos está diciendo.
Las interrupciones pueden romper el hilo de la conversación y distraer el orador de lo que estaba tratando de contar, por este motivo es importante escuchar al otro sin interrumpirle, salvo que sea necesario.
Si dejamos que la otra persona hable, nos resultará más fácil entender su mensaje.
4. Escuchar sin juzgar, ni sacar conclusiones
Solemos juzgar negativamente las ideas que se oponen a nuestras creencias, y eso desencadena una reacción emocional que nos lleva a formular el «veredicto» antes mismos de disponer de toda la información.
Esa forma de escuchar hace que nos perdamos gran parte de la información, y también reduce nuestra capacidad para ser neutrales y empáticos.
Para evitar el juicio tenemos que centrarnos en lo que nos está diciendo la otra persona, sin dar por sentado lo que nos va a decir, y observar con atención su lenguaje no verbal para contextualizar la información y poder responder de la manera más adecuada.
5. Escuchar sin pensar en la respuesta
Nuestro cerebro es una «máquina» súper sofisticada y potente, pero tiene sus limitaciones. No podemos poner atención en lo que nos dice una persona y pensar en la respuesta que le vamos a dar a la vez sin perder parte de información.
Cuando hacemos eso, oímos al otro, es decir percibimos las palabras y sonidos que emite, pero no escuchamos de verdad, en otras palabras, no prestamos atención porque estamos ocupados pensando en lo que vamos a decir a continuación.
Si nos cuesta concentrarnos en lo que está diciendo alguien, y por momentos nos perdemos en nuestros pensamientos, lo que podemos hacer es repetir mentalmente las palabras que nos dice el orador, esto nos ayudará a poner el foco en su discurso.
6. Demostrar al otro que estás escuchando
Es importante que el orador sepa que le estamos escuchando con atención, y una manera sencilla de hacerlo es interactuando con él a través de refuerzos positivos.
Mirarle a los ojos, asentir con la cabeza, sonreír, utilizar interjecciones como por ejemplo «ahá», «ah», «sí», o repetir de vez en cuando lo que nos ha dicho para demostrar que hemos escuchado lo que nos estaba diciendo denota nuestro interés.
Nuestra expresión facial y lenguaje corporal también es importante en este sentido. Mirar el interlocutor desde una postura frontal y abierta puede estimular al orador a seguir expresándose con confianza.
7. Resistir a la tentación de dar consejos
Somos especialista en dar consejos sin que nos lo hayan pedido, yo la primera, y eso es algo que me costó cambiar. Es cierto que lo hacemos porque pensamos que eso le puede ayudar a la otra persona, pero la verdad es que no es así.
Los consejos siempre están basados en nuestra experiencia, sin tener en cuenta el contexto del otro, por lo que realmente no sirven de mucho. Además, la mayoría de las veces cuando hablamos de nuestros problemas, no lo hacemos porque esperamos que nos aconsejen, sino porque necesitados desahogarnos. Lo que queremos es alguien que nos escuche en confianza, sin juzgarnos.
De todos modos, si creemos que nuestro consejo puede ser realmente útil, entonces lo que tenemos que hacer es pedir permiso al otro, preguntarle si quiere escuchar nuestra opinión al respecto.
8. Respetar los silencios
Los momentos de silencio en una conversación suelen resultarnos incómodos. Tenemos cierta tendencia a evitarlos, pero el silencio también tienen su razón de ser.
El silencio forman parte de la comunicación, por eso debemos aprender a respetarlos y a interpretarlos. Pueden ser una simple pausa para procesar las ideas, o un momento de reflexión o incluso una forma de rebajar la tensión en algunas situaciones.
No pasa nada por estar en silencio unos segundos. De ellos puede emanar una profunda comprensión y conexión, cuando dejan de ser incómodos y pasan a formar parte de la interacción.
9. Clarificar la información recibida
Escuchar activamente no se reduce a solo escuchar. Esta habilidad también implica ayudar al orador a aclarar sus propias ideas y sentimientos.
Las preguntas abiertas son muy útiles en este sentido, ya que están destinadas a obtener más información acerca del tema discutido. Estas preguntas suelen empezar con un «qué…» «cuándo…», «dónde…», «cómo…» o «quién…» y demuestran que hemos estado escuchando, y también ayudan a aclarar aspectos concretos.
Si no estamos seguros de haber entendido bien lo que nos ha dicho el interlocutor, podemos aprovechar las pausas para lanzar alguna pregunta, por ejemplo «¿Qué pretendes conseguir con ese nuevo….?» O «¿Cuándo tienes previsto realizar…?«.
10. No minimizar la transcendencia del asunto
Lo que para uno puede parecer algo insignificante, para otro puede resultar ser un gran desastre. Todo depende del momento en que se encuentra la persona, por eso tenemos que evitar los típicos clichés que restan importancia a lo que nos cuenta el otro.
Normalmente detrás de un cliché se oculta una buena intensión, pero si alguien está mal no le ayudamos diciendo cosas como «Le das demasiada importancia a eso«, «Todos tenemos problemas«, «El tiempo lo cura todo«, «Estás así porque quieres«, etc.
Tampoco ayudamos nada si mantenemos una actitud condescendiente, compasiva o convertimos la persona en una víctima. Decir «Oh, pobrecito«, «Que mala suerte tienes» o «Sé como te siente» no aporta nada, y no hace que la otra persona se sienta mejor, más bien todo lo contrario, puede hacer que el otro se sienta incomprendido.
En ocasiones, lo único que tenemos que hacer es prestar nuestros oídos, y nuestra atención. Escuchar activamente el otro puede ser nuestra mejor forma de ayudarlo. ¿Tú que crees?
Deja tu comentario