¡Hola! Tengo una pregunta para ti, ¿Cuántas veces has empezado algo súper motivado y al cabo de unos días pufff… la motivación se había esfumado?
Si nunca te ha pasado te felicito, y te invito a compartir tu fórmula, pero si eres como la mayoría de los mortales, empezar algo y luego abandonar por falta de motivación está a la orden del día. Los propósitos de cumpleaños, año nuevo y demás fechas señaladas que solemos utilizar como punto de referencia son un buen ejemplo de ello.
Querer hacer algo y motivarse para hacerlo son dos cosas muy distintas. La motivación personal es el elemento que marca la diferencia entre empezar y continuar o empezar y abandonar. La buena noticia es que podemos entrenar nuestra capacidad para automotivarnos, ¿quieres saber cómo? Sigue leyendo 😉
¿Qué es la motivación personal?
La motivación personal o automotivación es el impulso interno que tenemos para empezar y continuar avanzando en aquello que nos proponemos. Es la fuerza motriz que nos ayuda a no abandonar cuando no vemos resultados o cuando las cosas se ponen difíciles.
Esencialmente significa que no necesitamos que nadie supervise o «tire del carro» porque somos capaces de autoanimarnos para tomar la iniciativa de empezar, actuar y realizar las tareas necesarias para lograr lo que nos proponemos, tanto en el ámbito profesional como personal.
La automotivación implica la capacidad de mantener la motivación durante el tiempo necesario, para hacer lo que tenemos que hacer, para alcanzar nuestros objetivos, por este motivo se considera una habilidad clave para el éxito.
Aprender a automotivarse es importante para aprovechar nuestra fuerza interior, ser proactivos, actuar, superar los bajones cuando las cosas no salen según lo esperado y mantenernos firmes en el camino.
Motivaciones intrínsecas y extrínsecas
La psicología distingue básicamente entre 2 tipos de motivaciones, las intrínsecas que proceden de uno mismo y las extrínsecas que proceden de incentivos externos.
Dicen los expertos, y eso lo podemos comprobar por nosotros mismos, que cuando estamos intrínsecamente motivados, es decir, cuando nos mueve una motivación íntima, por el afán de satisfacción y superación personal, resulta más fácil mantenernos motivados, incluso en los días malos.
Por el contrario, cuando la motivación es extrínseca, dicho de otro modo, cuando hacemos algo por una recompensa externa, por ejemplo para un coche nuevo u obtener el reconocimiento por parte de terceros, nuestro compromiso puede verse comprometido a largo plazo.
No obstante, combinar ambos tipos de motivaciones puede ser una buena estrategia para potenciar nuestra capacidad de empuje. La motivación intrínseca nos aportará la fuerza necesaria para avanzar y seguir, mientras que la motivación extrínseca, en forma de recompensas, nos ayudará a mantenernos motivados.
¿Cómo automotivarse? 10 técnicas para aumentar tu motivación
Si bien es cierto que la automotivación personal o laboral puede fortalecerse con práctica, disciplina y compromiso, los resultados varían de una persona a otra, no porque unos sean más capaces que otros, sino porque los resultados varían en función de las motivaciones intrínsecas y extrínsecas de cada uno.
Es más fácil mantener la motivación a largo plazo si los objetivos que perseguidos son realmente importantes para nosotros, si tenemos un «por qué», un motivo fuerte y claro. Las preguntas clave en este sentido son, ¿Por qué deseo eso? ¿Qué pretendo conseguir con ello? ¿Qué cambios supondrá en mi vida?
La motivación es débil cuando, los factores internos o externos que nos impulsan a actuar están desconectado de lo realmente deseamos, ya sea a nivel consciente o inconsciente. Normalmente ocurre eso cuando hacemos algo por obligación, influidos por otras personas o basados en creencias erróneas.
Además, la motivación no es un flujo constante e inacabable, sino que se gasta, como la batería del móvil, así que hay que «recargarla». Existen varias técnicas y dinámicas que pueden ayudarnos en este sentido. ¿Vamos a ellas?
1. Establecer objetivos específicos y planificar
Talvez no seamos conscientes de ello, pero la mayoría de nuestros fracasos se deben a que no tememos objetivos claros, sino ideas genéricas acerca de lo que queremos, que sumadas a la falta de planificación conducen nuestros planes al descalabro.
La falta de claridad merma nuestros resultados y con ello nuestra motivación.
Los objetivos definidos, junto a una buena planificación nos proporciona enfoque y perspectiva, lo que nos permite dirigir nuestros esfuerzos, y realizar acciones conscientes que nos acerquen a nuestros objetivos.
2. Dividir el plan en pequeños objetivos
Pensar en todo lo que hay que hacer para llegar a la meta puede resultar abrumador pero, si desglosamos el plan por etapas, definimos las acciones necesarias para finalizar cada etapa y establecemos algunas recompensas para celebrar la superación de las mismas nos resultará más fácil cumplir con el plan.
Esta técnica es sencilla pero funciona. La superación de cada etapa refuerza nuestra confianza y entusiasmo, nos ayuda a sentir que podemos, y si a ello sumamos el «premio» ya tenemos una potente inyección de motivación para superar las siguientes etapas del plan.
Como dijo Van Gogh, «Las grandes cosas se hacen con una serie de pequeñas cosas juntas».
3. Buscar inspiración en quién ya lo ha logrado
Las historias de éxito de otras personas nos ayudan a reencontrar el sentido del esfuerzo y la perseverancia, a reavivar los ánimos y seguir trabajand0 en nuestros propósitos.
Cuando el camino se nos hace muy cuesta arriba y escasean las ganas de seguir adelante podemos encontrar inspiración en un libro, una película, una charla TED, un podcast, un blog… Internet es un campo fértil de contenidos motivacionales que pueden ayudarnos a impulsar nuestra motivación en los momentos de desánimo.
4. Crear una mentalidad positiva
Mantener la motivación es casi imposible si siempre vemos el vaso medio vacío. Si solo ponemos el foco en los aspectos negativos terminaremos sucumbiendo al desánimo.
Esta actitud es lo opuesto a «recargar» los ánimos, en cambio, la positividad es energizante y motivante. Mantener una actitud positiva, ver los contratiempos como oportunidades de aprendizaje y desarrollar nuestra resiliencia es clave para no perder la motivación.
5. Practicar la gratitud
Puede sonar a «unicornios voladores» pero practicar la gratitud es una buena forma de mantenerse motivado. El estado de bienestar que promueve este sentimiento hace que se sea casi imposible sentirse deprimido y agradecido a la vez.
Solemos poner el foco en lo malo, y eso hace que nos sintamos mal, desanimados, decaídos… Practicar la gratitud nos obliga a poner el foco en lo positivo, buscar lo bonito en lo feo.
Si disfrutamos y agradecemos las cosas buenas de la vida nos resultará más fácil mantener la motivación. De hecho, una de las formas más rápidas de sentirnos bien con nuestra vida es practicando la gratitud. ¿Te animas a probarlo?
Cada día, antes de dormir, repasa los acontecimientos del día, elige 3 cosas que te hayan gustado y agradece haberlas vivido. Puede ser cualquier cosa, un delicioso cappuccino, estar un ratito al sol, pasear el perro, regar las plantas, preparar un pastel, lo que sea… Piensa en 3 cosas agradables y agradécelas.
Convierte este ritual en una rutina para encontrar la motivación cotidiana. Yo lo hago y me gusta como me hace sentir.
El agradecimiento es un sentimiento que hace que nos sintamos de bien con la vida, a pesar de las circunstancia, y es eso lo que buscamos todos, ¿no?
6. Ser disciplinado
Para alcanzar nuestros objetivos es importante seguir un plan, y para ello hay que tener la disciplina de hacer lo que hay que hacer cuando toca.
La motivación y la disciplina son complementarias, la primera representa lo que anhelamos y se alimenta de nuestras emociones, mientras que la segunda representa la realización de las acciones, con independencia de si tenemos o no ganas.
La disciplina nos empuja a actuar cuando falla la motivación, y el hecho de actuar impacta positivamente en nuestra autoestima y autocontrol, lo que a su vez ayuda a recargar nuestra confianza y automotivación.
Como dijo un sabio anónimo «Puedes experimentar el dolor de la disciplina o el dolor del arrepentimiento. La elección es tuya».
7. Ser constructivo
La mayor parte del tiempo las cosas no salen como esperamos, esta es una realidad compartida. Me pasa a mi, a ti, y a todo el mundo.
Nosotros planificamos, pero el resultado final depende de un montón de variables que no controlamos, por lo que casi siempre suceden cosas inesperadas. Nuestro desafío es buscar, encontrar y aprovechar las oportunidades que ofrece cada situación.
Así que, haz una pausa y pregúntate: ¿Qué tiene de bueno esta situación? ¿Qué puedo aprender de ella? ¿Cuál es la mejor manera de aprovechar lo que está pasando?
Se trata de ser constructivos y creativos, aprender cosas nuevas, aumentar nuestros conocimientos, mejorar y avanzar hacia nuestros objetivos, a pesar de las adversidades. Nuestros primeros intentos siempre son torpes, pero a cada paso nos empoderamos un poquito más, nos sentimos un poquito más motivados.
8. Cuidar lo que vemos y escuchamos
Los contenidos que consumimos en la tele, Internet, redes sociales, plataformas de streaming, radio, periódicos, en el patio de vecinos o dónde sea, no son inocuos. Pasan factura. En cierto modo condicionan el modo cómo nos sentimos.
Si una gran parte de lo que vemos y oímos son temas relacionados con «guerras» «pandemias» «inflación» «corrupción» «violencia» «paro»… ¿te sorprende que vayamos desmotivados por la vida?
Lo que vemos, leemos o escuchamos afecta la percepción que tenemos de nosotros mismos y del mundo, y eso afecta nuestra motivación. No se trata de obviar lo malo, sino de equilibrar la balanza. Las buenas noticias también existen, y en ellas debemos buscar inspiración y motivación en los días grises.
9. Evitar las relaciones que no aportan
Nuestro entorno también tiene un impacto importante en nuestra motivación. Rodearnos de personas pesimistas y desmotivadas, que siempre se están quejando de todo no va ayudarnos a aumentar nuestra motivación, más bien todo lo contrario, nos drenan la energía. ¿Ya has tenido esta sensación?
Los estados anímicos son contagiosos, por este motivo conviene evitar determinas relaciones y amistades. Por el contrario, si nos rodeamos de gente optimista, entusiasta y motivada, será más fácil mantener este estado de ánimo. A estas personas nos conviene tenerlas cerca :).
10. Imaginar el futuro si no hacemos lo que tenemos que hacer
Cuando pensamos en nuestros objetivos imaginamos los resultados, pero este ejercicio propone una planteamiento distinto. En vez de imaginar lo guay que será todo, nos invita a imaginar la vida que tendremos si no hacemos lo que tenemos que hacer para alcanzar nuestros objetivos.
Por ejemplo, si mi objetivo es tener una mejor forma física, en vez de imaginar lo bien que me va sentar el biquini, voy imaginar como estaré dentro de 1 año, 5 años o 10 años si no hago deporte y no cambio mi alimentación. Pensar en las consecuencias de no hacer lo que tenemos que hacer es como tomar un chupito de automotivación, porque nos pone cara a cara con un resultado indeseado.
Cuando llega la pereza y el desánimo, piensa en las consecuencias, ¿es lo que quieres? Pues sigue adelante, sigue el plan.
Gracias por llegar hasta aquí. Deja tu comentario compartiendo tu punto de vista o experiencia. Me encantará leerte :).
Deja tu comentario