¿Qué es la aceptación y por qué debemos cultivarla?

«Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”, así lo expresaba el gran psicoanalista Carl G. Jung que, además decía que la aceptación es el camino para la sanación, así que te lanzo una pregunta, ¿Estás aceptando tu realidad o te estás peleando con la vida?

Te invito a reflexionar sobre ello, y antes de adentrarnos en este tema te haré una confesión, la aceptación fue uno de los cambios más difíciles que he tenido que afrontar en mi forma de relacionarme con la realidad. De hecho, desde muy pequeña tuve la tendencia a no aceptar las cosas tal y como eran y eso me llevó a vivir peleada con la vida, y el resultado de eso no es otro que insatisfacción y sufrimiento.

Afortunadamente podemos cultivar nuevas habilidades para vivir de un modo más consciente y coherente con lo que somos y deseamos, y por mi experiencia, tal y como decía Jung, la aceptación transforma.

¿Qué es la aceptación?

De acuerdo con la psicología la aceptación es la capacidad para aceptar las situaciones no deseadas de nuestra realidad, sobre todo cuando no podemos cambiarlas.

Por nuestra programación «yocentrista» tenemos cierta tendencia a esperar que las cosas funcionen de una determinada manera y cuando eso no ocurre, automáticamente rechazamos la realidad, es decir, no aceptamos lo sucedido.

La no aceptación puede llegar en forma de rumiación, quejas, críticas, exigencias, negación, aversión, enfado u otras emociones negativas que expresan nuestro descontento con la realidad.

Es cierto que tenemos todo el derecho del mundo a expresar nuestro enfado y rechazo, no obstante tenemos que ser conscientes de que ninguna de estas emociones aportan solución alguna al problema, más bien todo lo contrario, hacen que funcionemos en «modo defensivo y con altos niveles de estrés» lo que reduce nuestra capacidad para tomar buenas decisiones y además, hacen que nos sintamos peor.

Las emociones negativas generadas por la no aceptación distorsionan por completo nuestra percepción de la realidad. En este estado ponemos el foco en todo lo que está mal y normalmente adoptamos el rol de víctima, lo que nos lleva a buscar justificaciones y culpables en vez de buscar soluciones.

Por el contrario, cuando aceptamos lo que hacemos es enterrar el «hacha de guerra» para vivir en paz con lo que no podemos cambiar. Aceptar nos permite  «pasar página» y tomar acción para cambiar aquello que sí está en nuestras manos.

La aceptación es fluidez y adaptación mientras que la no aceptación es resistencia y estancamiento, por eso es tan importante cultivar la aceptación en los distintos aspectos de nuestra vida.

Aceptación de uno mismo

Todavía no conocí a nadie que no arrastre algún que otro problema de autoestima. Tal vez eso solo pase conmigo y con mi entorno, cosa que podría ser, pero tengo la impresión de que es algo generalizado. ¿Tu que opinas?

A algunos no les gusta su nariz a otros no los gusta su boca o el tamaño de sus pechos o la forma de sus caderas, a veces por estrechas y otras por anchas. De una forma u otra parece que siempre hay algo que sobra o que falta, a lo ancho o a lo alto.

Nuestras habilidades y rasgos de carácter y de personalidad también son a menudo «víctimas» de nuestros juicios, y no pocas veces nos convertimos en nuestros peores detractores. ¿Te suena?

La aceptación es bálsamo para nuestra autoestima, y pasa por hacer las paces con nuestro físico y con nuestra forma de ser, al menos en aquellos aspectos que no podemos cambiar.

Tenemos que dejar de compararnos con los demás y aprender a amar nuestro cuerpo tal y como es porque, sea como sea, es el único que tenemos y eso no va a cambiar.

Aceptarnos también implica tomar consciencia de que somos mucho más nuestros rasgos físicos y psicológicos, y que nuestra capacidad y calidad como persona no viene determinada por ser más o menos atractivo o por ser más o menos habilidoso en determinadas áreas.

Aceptación de nuestra realidad

Las cosas no siempre salen según lo esperado. De hecho constantemente ocurren cosas que alteran nuestros planes, en algunos casos son anecdóticos contratiempos pero otras puede causar verdaderos destrozos, como un Tsunami, literal o metafórico.

La vida es así. A veces las cosas se tuerce y pasan cosas malas, injustas e incomprensibles, cosas que no deberían pasar pero pasan y en ocasiones no nos queda otra que aprender a convivir con ello de la mejor manera posible.

Aceptar no significa que no nos duele o que no nos afecta, ni tampoco significa estar de acuerdo. Aceptar significa asumir la realidad de la situación, es decir, ver las cosas como son y no como nos gustaría que fueran.

No podemos esperar a que se alineen los astros para estar de bien con la vida. Es posible que eso nunca pase o que no pase de la forma como nos gustaría, de modo que el verdadero desafío consiste en aprender jugar con las cartas que nos han tocado y sacar mejor partido posible de ellas.

Si sale una mala mano no podemos decir «vuelve a repartir», no funciona así. Si queremos estar de bien con la vida tenemos que aprender a fluir con ella, ser resilientes y bailar al ritmo que suene en cada momento. Como decía Bruce Lee, Be water, my friend.

Aceptación de las personas que nos rodean

También nos cuesta aceptar a los demás tal y como son. En este caso la no aceptación llega en forma de juicios, críticas, cobros, chantajes emocionales, desprecio o silencio.

Como tenemos la creencia de que nuestra forma de «ver o hacer» las cosas es la correcta, a menudo intentamos inculcarla en los demás. Y por si fuera poco tenemos cierta tendencia a querer cambiar aquellos comportamientos que no nos gustan en nuestras parejas o entorno cercano. Seguro que sabes de lo que hablo, por haberlo hecho o por haberlo vivido, ¿a que sí?

La cuestión es que no podemos cambiar a nadie. Los cambios reales solo ocurren si salen de uno mismo, y requieren previamente una toma de consciencia y un «para qué» potente que impulse dichos cambios.

Cada uno es como es, y no nos compete a nosotros cambiar a nadie. Solo somos responsables de nuestros propios cambios, y fíjate en lo que nos cuesta promoverlos.

A los demás hay que a aceptarlos tal y como son, con sus luces y sus sombras, y si no somos capaces de hacerlo lo mejor que podemos hacer es apartarnos.

Aceptación y resignación son dos cosas muy distintas

La aceptación es un punto de partida, la resignación un punto de llegada. Aceptar nos permite ver las cosas de una forma más objetiva, tomando conciencia de aquello que no podemos cambiar y de aquello que sí podemos hacer para mejorar la situación.

Por otro lado la resignación implica inmovilidad. Nos resignamos cuando, habiendo cosas que podemos hacer nos limitamos a no hacer nada, ni siquiera aprender de nuestros errores. La resignación viene envuelta de pasividad y quejas mientras que la aceptación es acción de cambio, resiliencia y proactividad.

Como te comenté al inicio de este post, me costó muchísimo integrar la aceptación en mi vida, y he de reconocer que ni siempre lo logro, pero al menos ahora soy consciente de que no aceptar no soluciona nada y además me genera toneladas de insatisfacción y sufrimiento, por lo que intento recalibrar mi enfoque para aceptar las cosas que no puedo cambiar y poner toda mi energía en aquello que si puedo cambiar.

Solo puedo hablar desde mi experiencia, pero al menos en mi caso, tal y como decía Jung, cultivar la aceptación sí supuso una transformación en mi vida, por eso estoy convencida de que este es camino.

Si has llegado hasta aquí, muchas gracias por regalarme tu bien más preciado, el tiempo.

Un abrazo.

M.

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